El trabajo parte de una constatación evidente, y es el doble tratamiento de la figura del médico en la literatura renacentista, que puede ser retratado elogiosamente, aunque por lo general es censurado y criticado, al tratarse de un personaje objeto de burla. El imaginario colectivo está poblado de estos malos médicos en la novela, la sátira o el teatro. Cuando el acercamiento no es literario, sino de tipo más serio, de intención científica (en la medida de lo posible en la época), el tratamiento es totalmente distinto, como atestigua Erasmo en sus obras no estrictamente literarias o Juan Luis Vives cuando diseña un panorama completo de la profesión médica. La parte final del estudio propone superar esta antinomia mediante el recurso a un género ignorado hasta ahora al estudiar la medicina renacentista: los manuales de confesores, que presentan un panorama ajustado de la profesión médica en la época, pues su intención no es —como en los géneros citados— ridiculizar o censurar al sanitario, ni tampoco elogiarlo con distintos fines, sino ayudar al profesional que se acerca como penitente al tribunal de la confesión con distintas preguntas (que permiten reconstruir, con perspectiva histórica, la deontología médica de fines de la Edad Media y de la primera Modernidad).