Se ha hablado muchísimo de la repercusión de la expedición macedonia y de Alejandro, en particular, en el desarrollo de la ciencia ( Pédech, 1980 ; Bodson, 1991; Fraser, 1994 ; Alvar, 2000 ; Karali, 2004; Molina, 2007 , 2011 , 2015 , 2017 y 2018) pero muy pocas veces se ha puesto en duda la contribución de Macedonia al progreso de la misma. Se suele dar por sentado que este progreso existió y que fue debido en buena medida a Alejandro Magno, ya sea de forma indirecta o directa. Teniendo en cuenta este punto de partida es lógico que se haya prestado menos atención a aspectos irracionales de la campaña, que pudiesen poner en tela de juicio la imagen de Alejandro de Macedonia como amante del saber ( Bodson, 1991: 138; Alvar, 2000 : 83–84). Además, existe la tendencia a minimizar la presencia de aspectos irracionales entre los griegos antes de la eclosión del mundo helenístico. Pese a las muchísimas matizaciones que se han hecho sobre este período, sigue pensándose que lo irracional fue algo ajeno al mundo griego antes de la civilización helenística ( Dodds, 1951 ). En consecuencia, no podemos sorprendernos que la repercusión de la conquista de Oriente en la religión y la magia haya tenido un menor interés para los expertos. Nuestro objetivo es mostrar que existieron casos de práctica de magia por los macedonios antes y durante la mencionada expedición que cambio el mundo y que el comportamiento de los macedonios no puede ser considerado simplemente como racional en la mayoría de los casos. De hecho, algunos de los pasajes que se esgrimen como ejemplos del impulso de la ciencia por los macedonios pueden tener una doble interpretación dada la ausencia de una separación clara entre ciencia y magia en el Mundo Antiguo ( Kotansky, 1997 : 122).