El control y la erradicación de las creencias y prácticas supersticiosas preocuparon de manera particular a la Iglesia católica, a partir del siglo XVI. El sacramento de la penitencia y la figura del confesor tuvieron un papel fundamental para este propósito, gracias a la posibilidad de conocer en detalle tanto los hábitos como los sentimientos más profundos de los penitentes. El siguiente trabajo analiza un grupo de manuales y sumas de confesión, que circularon en romance entre los siglos XVI y XVII, con el fin de presentar algunas de las prácticas más comunes de la devoción desviada. La referencia a los tratados sobre la superstición de Pedro Ciruelo y Martín de Castañega permitirá comprender la importancia otorgada al pecado de superstición y el lugar que se le concedía en las obras sobre la confesión. En estas últimas se encuentra no solamente la caracterización de dicho pecado, sino también todo un inventario de manifestaciones de devoción supersticiosa cuyo carácter excluía de otras vías de control.